sábado, 5 de diciembre de 2009

Mira que bonita era - 1895
Julio Romero de Torres
Obra perteneciente al Museo Julio Romero de Torres

Sobre Julio Romero de Torres: El alma de su gente…

Se convirtió en la personalidad más sobresaliente del arte y la cultura de principios del siglo XX en España. Julio Romero de Torres, influenciado por el simbolismo francés y las tendencias clasicistas del arte ingles, cuando apenas comenzaba a emerger el modernismo, llevo a la máxima perfección su trabajo a costa de una entrega total al arte. Pues pintaba casi todo el día, sin limites de horarios ni mucho menos. Como retratista solamente llego a pintar más de 500 obras de diferentes personalidades del mundo de la cultura y la sociedad, de su tiempo. Dejo sus huellas de la idiosincrasia andaluza, es decir sus costumbres, sus modos de creer y de pensar, la vastedad del espíritu de su tierra, ese mensaje claro esta, termino por convencer de su genialidad no solo a los círculos intelectuales y de la cultura sino que logro el reconocimiento de su pueblo que lo llevarían a la fama universal que por cierto superara las fronteras y los tiempos al punto de que su figura representa mucho mas que la de un pintor extraordinario, sino que es precisamente el alma de su gente, sin la cual es imposible comprender su obra.
Julio Romero de Torres nació en Córdoba (España) en 1874, recibió sus primeras clases sobre arte y pintura de su padre Don Rafael Romero Barros, pintor y fundador del Museo Provincial de dicha ciudad, además fue el creador del Museo Arqueológico, y Director de la Academia de Bellas Artes.
Romero de Torres pasara por el impresionismo, por el realismo social y finalmente por el academicismo folklorista. Su inquietud por aprender y experimentar lo hacen poseedor de un estilo tan personal como provocador. Pero su superación como artista lógicamente se debe al contexto que hacia de Córdoba, un capitulo aparte en la vida cultural de toda España. Formara parte de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes y del Ateneo Córdoba. Se rodeo de grandes escritores y artistas de su ciudad y mas tarde en sus idas y venidas de Madrid participara del reconocido Ateneo Madrid, donde conoce a personalidades como Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Miguel de Unamuno, o el celebre escritor Pió Baroja y los hermanos Manuel y Antonio Machado y el novelista Blasco Ibáñez. Su pasión por el teatro lo introduce en el mundo del espectáculo; y poco a poco logra la admiración de la llamada Generación del 98, todos los que acudían al café Nuevo Levante en esa Madrid casi mitológica, allí se daban cita, nada mas y nada menos que Ramón del Valle Inclán, Rafael de Penagos, Ignacio Zuloaga, Moya del Pino, Anselmo Miguel Nieto, Ángel Vivanco, José Gutiérrez Solana, Luís Alemán, Leandro Oroz, todos estos entre otros afamados artistas y escritores que vale la pena leer y estudiar para dilucidar de lo que estamos hablando.
Es 1914 cuando estalla la primera guerra mundial que Julio Romero de Torres encabezara con un manifiesto apoyado por la gran mayoría de los intelectuales de España, en defensa de los valores espirituales.
Es 1922 cuando llegara a la Argentina, para presentar una de las muestras más memorables, en la galería Witcomb, que fuera visitada por miles de personas. La profesora de la Universidad Nacional de Arte (Buenos Aires) Diana Wechsler explicó recientemente el significado de las obras del gran artista español en nuestro país. Para Wechsler que es investigadora de la historia del arte, poseer un Romero de Torres a principios del siglo XX en el Río de La Plata era un signo de distinción para el propietario. Adquirir un Romero de Torres era una operación de distinción social y su propietario no sólo compraba una obra de arte, sino que con ella se diferenciaba como alguien perteneciente a una élite cultural. En Argentina hay identificados unos 40 Romero de Torres, pero ya en 1910 existían en Buenos Aires 3 obras del genio español. La adquisición de pintura española por parte de argentinos fue una manera de construir una nueva identidad nacional.
Para el Profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, Carlos Reyero, Romero de Torres es parte del simbolismo a escala mundial, el simbolismo es el hilo conductor de toda su obra a través de todos sus conceptos míticos como son la belleza, el dandismo, la decadencia, el artificio, el sexo y la mujer. No es un genio aislado, sino que aplica en su obra los prototipos europeos. No era un localista que pintaba su ciudad o a las mujeres de su tierra porque no tenía otra fuente de inspiración, sino un "pintor erudito" que enlazó perfectamente con el movimiento simbolista internacional.
Tras su muerte en 1930 su viuda donara gran parte de su obra al Estado español que será ubicado en el antiguo edificio del Hospital de La Caridad que data del siglo XV y que fuera patrocinado por los reyes católicos. Tras la apropiación de la Diputación Provincial y siendo sometido a importantes reformas, el Museo Julio Romero de Torres quedara inaugurado un 23 de noviembre de 1931 por el entonces Presidente de La II Republica Española, Alcalá Zamora. Su figura también forma parte de los personajes mas celebres del mundo que se encuentran en el Museo de Cera de Madrid junto a Salvador Dalí y Francisco de Goya y Lucientes.
Fueron solo 56 años que vivió, pero le alcanzaron para que nadie pudiera olvidar a ese hombre vestido siempre elegantemente con capa y sombrero negro, errático y frío al parecer pero detrás de la apariencia se escondía alguien tan sensible que hacia un culto de la amistad y precisamente al morir algunos de sus amigos, sentía que estaba muriéndose también, y le resultaba muy difícil recuperarse de esos duros golpes. En el día de su muerte, se cerraron comercios, y cantinas, oficinas publicas y privadas, las calles quedaron vacías, y el tiempo se detuvo. A su féretro como él había querido lo cargaron en hombros los obreros, la gente humilde de las zonas aledañas de la ciudad, y un mundo de gente de todo Córdoba se hizo cita para darle el último adiós a su entrañable amigo y no menos reverenciado artista.
ANTROPOFAGIA
Tarsila Do Amaral

Sobre Tarsila Do Amaral. La piel del Amazonas…

Creció en contacto con la naturaleza, apenas si cuando despertaba al mundo siendo muy niña fue para apreciar la belleza de los paisajes rurales, la soledad del campo, y su Nana que era su sombra, que no la perdía de vista ni un instante, esto lo llevaría por siempre y con el pasar del tiempo volvería a ese lugar del pasado al momento de plasmar sus obras que pueden despertarnos todas las emociones aunque lo primero es un derroche de alegría, de vida. Ella logro guiarse por la intuición hasta crear la intensidad del color con un lenguaje poderoso de nuestra esencia latinoamericana
Tarsila Do Amaral una de las mas grandes artistas brasileras nació en 1886 en La Hacienda San Bernardo, una de las tantas casonas de campo que poseía la familia en el municipio de Capivari. Completo sus estudios tanto en Sao Paulo como en Barcelona donde ya comienza a esbozar sus primeros trabajos artísticos. Se casara ignotamente y de su primer matrimonio nacerá su unica hija, Dulce. Hacia 1916 comienza a estudiar arte en Sau Paulo para continuarlos en Francia, Paris en la reconocida academia Julián. Allí frecuentara los talleres de los pintores cubistas Andre Lhote, Albert Gleizes y Fernand Léger. Por este tiempo 1920 comenzara a desarrollar una serie de paisajes oníricos influenciada por el tan increíble surrealismo francés. Tras unos pocos años en 1926 expondrá en Paris con gran éxito, presentando -La Negra- obra que seria una de las mas reconocidas de toda su carrera; Fernand Léger se sentirá tan impresionado por la misma que al frente de todos sus alumnos dirá que se trata de un trabajo excepcional. Dicha obra pintada íntegramente en Paris mientras todavía continua siendo su alumna hizo todo un revuelo en sus contemporáneos; sin embargo para la artista esa pintura significaba mucho mas que las raíces afro de su país, a mas allá de los elementos geométricos del fondo de la misma, tenia que ver con todo su pasado, con esas mujeres – esclavas, negras que asumían el rol de abuela o madre o consejera para con los hijos de la familia a la cual pertenecían algo por cierto muy común en Brasil hasta muy entrado el siglo XX y a mas allá de ser obedientes y pacientes asumían un papel poco común, a mas de su herencia de sufrimientos podían ser también una suerte de protectoras, que en la vida de los niños termino siendo una influencia positiva, la honestidad solo se enseña con el ejemplo. Algo que nosotros no podemos comprender todavía.
En una de sus cartas desde Francia enviada un tiempo antes a su familia se vislumbra la lucidez de su pensamiento, allí Tarsila había escrito -Me siento incluso más brasileña. Voy a ser una pintora de mi país. ¡Qué agradecida estoy por haber pasado toda mi infancia en la granja! Los recuerdos de esos tiempos han llegado a ser muy queridos para mí. Quiero, en arte, ser la niñita de campo de Sao Bernardo, que juega con muñecas de paja, como en el último cuadro en que estoy trabajando... no penséis que esta tendencia se considera aquí negativamente. Por el contrario. Lo que aquí quieren es que cada uno traiga la contribución de su propio país. Esto explica el éxito de los ballet rusos, las artes gráficas japonesas y la música negra. París ya ha tenido demasiado arte parisiense"-
En 1922 Tarsila regresara a Brasil e integrara el grupo de los cinco, (Malfatti, Oswald de Andrade, Mario de Andrade, Menotti del Picchia) escritores, y poetas y artistas plásticos que buscaban dejar atrás el academicismo y transformar los espacios comunicativos de la cultura brasilera. Intentando que la vanguardia de avanzada en Brasil tuviera una constante vía de intercambio con el vanguardismo de Paris. Es aquí cuando conoce al escritor Oswald de Andrade que se convertirá en su esposo, y con el que en pocos años desarrollara una infatigable labor artística - cultural.
Su etapa conocida como Antropofagica, nace cuando le regala una obra precisamente a O. de Andrade, -Abaporu- que en el dialecto de los aborígenes Tupí - Guaraní significa Aba- hombre. Poru-comer. Nacerá entonces el Movimiento Antropofágico, cuyo principio central era que los artistas brasileños debían devorar influencias extranjeras, digerirlas cuidadosamente y convertirlas en algo nuevo.
En 1929 expone individualmente por primera vez en Brasil y su pintura comienza a evolucionar hacia un realismo social.
Se separa de Oswald en 1930. Y aunque su vida personal atravesaba difíciles momentos no así su vida como artista, participara de Salones de Pintura, y de nuevas exposiciones con gran éxito. Conoce al escritor Luís Martins con él aprenderá a compartir las formas y los modos en los cuales muere y renace la palabra y entonces se dedicara a difundir arte y cultura en diferentes medios gráficos.
Ya en los años 50 retorna con un tema que había sido una constante en toda su carrera, “Pobre Brasil”, allí estaban bajo su particular mirada, los costumbrismos, las favelas, las calles de Sao Paulo, en 1951 es invitada a participar de la primera Bienal de Sao Paulo, que se convertirá con el tiempo en uno de los eventos artísticos mas prestigiosos. En 1963 en el mismo evento pero en su edición número VII le dedica una sala especial. Tanta es la Fama de Tarsila que en el siguiente año representara a Brasil en la XXXII Bienal de Venecia el evento artístico más importante del mundo.
Su trabajo como artista continúo hasta sus últimos días, intentando traducir la vorágine de información del mundo en imágenes que reprodujeran la vastedad de su cultura, no pretendía detallar absolutamente nada en su arte, quería que existiera solo la sensación del color como punto de escape, de salida, que el espectador se atreviera a descubrir el poderoso mensaje de su tierra, falleció en enero de 1973 y hasta ese instante digamos que toda su creatividad estuvo arraigada a los colores brasileros, esos verde – agua, como de estelas indelebles, esos amarillos profundos, esos rojos en sangre y tormento, esa loca alegría de dar todo lo que se tiene, a pesar de tanto sufrimiento que Latinoamérica a resistido, ella no dejo de arrojar sus mejores cartas al aire, de ofrendarle el corazón al destino, esta mujer llevaba la piel del Amazonas por dentro, que concluyo por inundar con su nombre los mejores pasajes del arte latinoamericano del siglo XX.