sábado, 5 de diciembre de 2009

Sobre Tarsila Do Amaral. La piel del Amazonas…

Creció en contacto con la naturaleza, apenas si cuando despertaba al mundo siendo muy niña fue para apreciar la belleza de los paisajes rurales, la soledad del campo, y su Nana que era su sombra, que no la perdía de vista ni un instante, esto lo llevaría por siempre y con el pasar del tiempo volvería a ese lugar del pasado al momento de plasmar sus obras que pueden despertarnos todas las emociones aunque lo primero es un derroche de alegría, de vida. Ella logro guiarse por la intuición hasta crear la intensidad del color con un lenguaje poderoso de nuestra esencia latinoamericana
Tarsila Do Amaral una de las mas grandes artistas brasileras nació en 1886 en La Hacienda San Bernardo, una de las tantas casonas de campo que poseía la familia en el municipio de Capivari. Completo sus estudios tanto en Sao Paulo como en Barcelona donde ya comienza a esbozar sus primeros trabajos artísticos. Se casara ignotamente y de su primer matrimonio nacerá su unica hija, Dulce. Hacia 1916 comienza a estudiar arte en Sau Paulo para continuarlos en Francia, Paris en la reconocida academia Julián. Allí frecuentara los talleres de los pintores cubistas Andre Lhote, Albert Gleizes y Fernand Léger. Por este tiempo 1920 comenzara a desarrollar una serie de paisajes oníricos influenciada por el tan increíble surrealismo francés. Tras unos pocos años en 1926 expondrá en Paris con gran éxito, presentando -La Negra- obra que seria una de las mas reconocidas de toda su carrera; Fernand Léger se sentirá tan impresionado por la misma que al frente de todos sus alumnos dirá que se trata de un trabajo excepcional. Dicha obra pintada íntegramente en Paris mientras todavía continua siendo su alumna hizo todo un revuelo en sus contemporáneos; sin embargo para la artista esa pintura significaba mucho mas que las raíces afro de su país, a mas allá de los elementos geométricos del fondo de la misma, tenia que ver con todo su pasado, con esas mujeres – esclavas, negras que asumían el rol de abuela o madre o consejera para con los hijos de la familia a la cual pertenecían algo por cierto muy común en Brasil hasta muy entrado el siglo XX y a mas allá de ser obedientes y pacientes asumían un papel poco común, a mas de su herencia de sufrimientos podían ser también una suerte de protectoras, que en la vida de los niños termino siendo una influencia positiva, la honestidad solo se enseña con el ejemplo. Algo que nosotros no podemos comprender todavía.
En una de sus cartas desde Francia enviada un tiempo antes a su familia se vislumbra la lucidez de su pensamiento, allí Tarsila había escrito -Me siento incluso más brasileña. Voy a ser una pintora de mi país. ¡Qué agradecida estoy por haber pasado toda mi infancia en la granja! Los recuerdos de esos tiempos han llegado a ser muy queridos para mí. Quiero, en arte, ser la niñita de campo de Sao Bernardo, que juega con muñecas de paja, como en el último cuadro en que estoy trabajando... no penséis que esta tendencia se considera aquí negativamente. Por el contrario. Lo que aquí quieren es que cada uno traiga la contribución de su propio país. Esto explica el éxito de los ballet rusos, las artes gráficas japonesas y la música negra. París ya ha tenido demasiado arte parisiense"-
En 1922 Tarsila regresara a Brasil e integrara el grupo de los cinco, (Malfatti, Oswald de Andrade, Mario de Andrade, Menotti del Picchia) escritores, y poetas y artistas plásticos que buscaban dejar atrás el academicismo y transformar los espacios comunicativos de la cultura brasilera. Intentando que la vanguardia de avanzada en Brasil tuviera una constante vía de intercambio con el vanguardismo de Paris. Es aquí cuando conoce al escritor Oswald de Andrade que se convertirá en su esposo, y con el que en pocos años desarrollara una infatigable labor artística - cultural.
Su etapa conocida como Antropofagica, nace cuando le regala una obra precisamente a O. de Andrade, -Abaporu- que en el dialecto de los aborígenes Tupí - Guaraní significa Aba- hombre. Poru-comer. Nacerá entonces el Movimiento Antropofágico, cuyo principio central era que los artistas brasileños debían devorar influencias extranjeras, digerirlas cuidadosamente y convertirlas en algo nuevo.
En 1929 expone individualmente por primera vez en Brasil y su pintura comienza a evolucionar hacia un realismo social.
Se separa de Oswald en 1930. Y aunque su vida personal atravesaba difíciles momentos no así su vida como artista, participara de Salones de Pintura, y de nuevas exposiciones con gran éxito. Conoce al escritor Luís Martins con él aprenderá a compartir las formas y los modos en los cuales muere y renace la palabra y entonces se dedicara a difundir arte y cultura en diferentes medios gráficos.
Ya en los años 50 retorna con un tema que había sido una constante en toda su carrera, “Pobre Brasil”, allí estaban bajo su particular mirada, los costumbrismos, las favelas, las calles de Sao Paulo, en 1951 es invitada a participar de la primera Bienal de Sao Paulo, que se convertirá con el tiempo en uno de los eventos artísticos mas prestigiosos. En 1963 en el mismo evento pero en su edición número VII le dedica una sala especial. Tanta es la Fama de Tarsila que en el siguiente año representara a Brasil en la XXXII Bienal de Venecia el evento artístico más importante del mundo.
Su trabajo como artista continúo hasta sus últimos días, intentando traducir la vorágine de información del mundo en imágenes que reprodujeran la vastedad de su cultura, no pretendía detallar absolutamente nada en su arte, quería que existiera solo la sensación del color como punto de escape, de salida, que el espectador se atreviera a descubrir el poderoso mensaje de su tierra, falleció en enero de 1973 y hasta ese instante digamos que toda su creatividad estuvo arraigada a los colores brasileros, esos verde – agua, como de estelas indelebles, esos amarillos profundos, esos rojos en sangre y tormento, esa loca alegría de dar todo lo que se tiene, a pesar de tanto sufrimiento que Latinoamérica a resistido, ella no dejo de arrojar sus mejores cartas al aire, de ofrendarle el corazón al destino, esta mujer llevaba la piel del Amazonas por dentro, que concluyo por inundar con su nombre los mejores pasajes del arte latinoamericano del siglo XX.

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