martes, 30 de noviembre de 2010

Sobre Giuseppe Arcimboldo. De secretos y revelaciones



Con sus obras no es posible sino adentrarse a un viaje desconocido, así como los libros de Julio Verne (1828 – 1905), y aunque sean de diferentes instancias del tiempo, Arcimboldo en el arte es lo inesperado, alguien que en su momento trasvaso los limites de la creatividad, inenarrable, genio, y desquiciado, se codeo con los monarcas de igual a igual y de ser un simple pintor aventuraba asesorarlos en disímiles empresas, pero nada de lo que pudiera escribirse sobre el mismo puede de alguna manera representar su trabajo como artista, increíble en todo sentido al punto de que pasados cientos de años sigue causando la misma fascinación como la primera vez.
Giuseppe Arcimboldo nació en Milán (Italia) en 1527, era hijo de un pintor de catedrales, lo cual no es poco, ya que creció imbuido de ese espíritu transformador y avasallante. A los 22 años comenzó a recibir encargos, en primera instancia diseños de vidrieras, y después murales en disímiles catedrales, como por ejemplo los Frescos de la Catedral de Monza, (Italia) dedicada a San Juan Bautista. Mas adelante trabajara para los poderosos Habsburgo en Praga por muchos años, dedicándose a los retratos, a la vez que dirigía las suntuosas ambientaciones, la decoración permanente de los palacios del Monarca Maximiliano II y era tanto su talento que diseñaba también la majestuosa vestimenta de los miembros de la corte. Era un hombre de temperamento, de gran energía, incansable no soportaba que las cosas tuvieran siquiera el mínimo defecto, a lo cual reaccionaba con desagrado, perfeccionista al extremo tal que dormía apenas dos o tres horas al día, cuando tenia que cumplir con los encargos y sus colaboradores no le respondían como el precisaba. En Praga se convirtió en el artista oficial de la corte de Rodolfo II, el emperador estaba fascinado con su capacidad creativa al punto tal que lo creía el nuevo Leonardo, de su corte, porque su inteligencia se escapaba de lo convencional, ya que no solo pintaba a la perfección, sino que osaba inventar aparatos musicales increíbles, y maquinas hidráulicas que fueron capaces de revolucionar su tiempo.
Lector voraz Arcimboldo tenía la facultad de rehacer y deshacer sobre una teoría científica, otro postulado, como si fuera un visionario que anhelaba crear su obra maestra. Sin embargo pasara a la historia del arte universal por sus trabajos pictóricos que no tenían nada del otro mundo, salvo la singularidad, y la agudeza, naturalezas muertas en realidad, que formaban figuras, conjunciones de símbolos, y extrañezas que en su momento no fueron interpretadas, pero que causaron una prolongada discusión acerca de su peculiar manera de expresar su arte.
Arcimboldo en realidad se adelanta al manifiesto surrealista de André Breton (1896 – 1966) cientos de años, lo cual derivaría en decenas de trabajos de investigadores y críticos de arte buscando la respuesta a esos rostros humanos, plasmados con verduras, y flores, raices, y hasta peces, y alimañas, al parecer frescas, unas y otras rebosantes de color y de vida. Su serie realizada hacia 1573 denominada Primavera, Verano, Otoño, Invierno poseen una fuerza que pervive, en estas fluye algo desconocido, son perfiles de seres que han sido tomados en sus rasgos por los hechizos de la naturaleza, (el ciclo de las estaciones) que terminan siendo especies de mascaras que dejan entrever algo escalofriante, que se materializa, en una especie de carnaval que apresa otra metáfora del hombre. Si analizamos la obra que le dedica al emperador ya en decadencia Rodolfo II, aparece ante nuestro análisis alguien que enfrenta su mirada desde unos ojos que no son tales, vacíos y fríos, pero donde promedia la soberbia, hay algo en esa obra que desafía al espectador, que le esta diciendo – aquí estoy, aunque lleve cubierto mi semblante, este soy yo, si es que no quieres reconocerme, soy el dueño de tu vida, el amo del mundo- hay que contextualizar siempre para entender la psicología de un artista, saber lo que siente, lo que sufre, lo que vive, depende de la investigación de la época donde desarrolla su trabajo, y a todos los que nos desvela la historia sabemos de la impiedad de los monarcas, de la ironía, y de lo desgastante que ha sido para sus súbditos inmediatos responder a sus demandas, que lo hacían por lógica, desde la admiración pero sobre todo desde el temor.
Otra de las series de Arcimboldo son las realizadas hacia 1566 que llevan el nombre de los cuatro elementos y que son verdaderas obras sin comparación alguna. No olvidemos aquí que será Salvador Dalí (1904 – 1989) el gran artista surrealista, quien tras la exhaustiva investigación de las obras de Arcimboldo descubrirá asombrado que reproducen una sucesión de imágenes, afirmando con esto de que Arcimboldo no era un desquiciado como algunos críticos pretendían denominarlo, en este existía una técnica inigualable, y un engranaje de conocimientos que tenían sus coordenadas delimitadas y perfectamente estructuradas.
Tras la caída de Rodolfo II, su protector y mecenas y tras ser saqueada su residencia, las obras de Arcimboldo caerán en manos desconocidas, muchas de estas nunca volverán a recuperarse, sin embargo algunas de sus obras fueron salvadas para la posteridad, y se encuentran en algunos de los museos mas importantes del mundo como el Louvre en Paris, o en la famosa Galeria Uffizi en Florencia, Italia o en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, (Cádiz) en España.
Arcimboldo es algo mas que un artista de esos que no alcanzaría la vida para comprenderlos, para ahondar en su legado, que sobrepasa cualquier tipo de hipótesis, ¿Cómo fue que un plebeyo, un hombre cuyo único valor era su osadía, culminaría siendo consejero del emperador? en tiempos inhumanos y del todo siniestros, y cuya influencia en el destino de una corte, habla a las claras de su espíritu libre, que dejo los testimonios menos imaginados de un mundo de riqueza y poder que no podía sin embargo a diferencia de los tiempos actuales, subsistir sin gloria. Arcimboldo se ocupo de darle vida a la extravagancia, que rodeaba su existencia, entre miradas que se ocultaban bajo de deslumbrantes colores, pero que escondían el drama de la mayoría de los poderosos de todos los tiempos, lo que debe venderle al mundo y lo que en realidad son, el rostro de la felicidad y de la opulencia, detrás, demarcada van las líneas de la soledad y la tragedia…
Arcimboldo murió en Ibidem un 11 de julio de 1593, sin nada de aquello (la belleza extraordinaria de permanecer al lado del emperador y sus favores) que había alimentado su arte descomunal, en una habitación sin mayores lujos, aquel hombre que después el mundo se atrevería a juzgar como un insano, se iría sin responder sus secretos que sobrevuelan en sus obras, y que todavía abruman a los estudiosos de su destino que sueñan con sus revelaciones…

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