jueves, 16 de julio de 2009

Sobre George Catlin, pintor e historiador del espíritu de la tierra …

¿Como habían sido? Nos preguntamos, no solos sus costumbres o su simbología sino también, como podían verse los rasgos de sus rostros por ejemplo el de los temibles guerreros aborígenes, al momento de entrar en ofensiva. Sabemos que miles prefirieron la muerte antes que ser dominados por los españoles. Buscamos por largo tiempo, y solo encontramos muchos artistas costumbristas a través de nuestra historia del arte que no es poco, como por ejemplo Carlos Morel (1813 – 1894) que pinto solo diez años de su vida, y que sin embargo sorprende volver a mirar la maestría de sus obras, por ahí algunos trabajos de Benjamín Franklin Rawson nacido en San Juan (1819 – 1871). Ángel Della Valle o Bernabé De Maria, artistas de mediados de 1800 que realizaron algunos pocos trabajos sobre el tema, o el gran pintor jujeño José Antonio Terri, que plasmo a los sufridos habitantes originarios de esas tierras. Extranjeros residentes en Argentina como Víctor de Pol (1888 – 1925) escultor que hizo algunos semblantes indígenas en sus monumentales obras, Otro escultor Antonio Sassone ya adentrándonos hacia 1900 realiza su recordado monumento a la Independencia de Humahuaca, donde también plasma algún pequeño atisbo de cómo eran. Encontramos dibujos realizados con poco vuelo en manuales, en alguna edición antigua de libros de historia, y mas adelante algunas tintas del gran Castagnino (1908 - 1972) como ilustraciones de una edición especial del Martín Fierro, de José Hernández pero eso no nos resultaba suficiente. Así llegamos a la vida y la obra de un artista americano único en su tipo, hablamos de George Catlin (1776 – 1872) que se especializo en el retrato de los indios americanos de EE.UU. Además de artista Catlin fue escritor y un viajero incansable en busca de capturar esas imágenes que lo llevaron a crear la iconografía indígena más increíble que pueda existir en el planeta.
Catlin trabajo muy poco tiempo como abogado, sin imaginar siquiera que su pasión por la pintura lo llevaría tan lejos en el tiempo. Desde 1830 viajo por los márgenes del Río Missisippi y por el Río Missouri, se introdujo en las tribus y allí convivió con ellos, observando, sintiendo, corrigiendo en cada día lo que pensaba sobre los mismos, ahondo en sus costumbres, y rituales, de cómo aunaban su vida a la naturaleza, y como ésta, les indicaba su destino, fue entonces cuando produjo una serie de retratos inigualables en toda su carrera. Su visita a la Florida y a la zona de los grandes lagos dejo la huella de casi 500 obras y una innumerable colección de objetos que iba adquiriendo a lo largo de sus estadías con los indios.
En 1837 ofreció su primera exposición, se conoció su primer catalogo y fue el inicio de una larga serie de conferencias sobre su vida cercana a los Pieles Rojas, Los Sioux, Navajos, los Pies Negros o Blackfoot, esos nativos que consideraban sagrados a los búfalos, y que creían controlarlos con piedras de cuarzo.
Para sorpresa de muchos Catlin no solo viajo por todo su país, recogiendo testimonios en sus diarios de viaje, sino que recorrió, Centroamérica y Sudamérica, intentando captar los antagonismos y similitudes de los pueblos originarios. Exactamente en 1853 viaja a Venezuela, tras una breve temporada va a la Guyana (costa norte de Sudamérica) y de allí a Brasil, (El Amazonas), Ecuador, Perú, Bolivia, Cuba y a Yucatán en México; de todas estas experiencias recoge testimonios de estas culturas milenarias en sus libros, uno de los mas conocidos es -Mi Vida Con lo Indios- publicado en 1909. Desde que en Filadelfia observara por casualidad una delegación de aborígenes, sus vestimentas, sus collares y adornos, de cómo usaban la cabellera, de la manera como se pintaban el rostro con vivos colores, para la alegría, ya para la guerra o la paz, o para manifestar el dolor por un difunto, quedo tan impactado con ello que decidió que ese seria el tema principal de sus obras, eran razas en proceso de extinción por la civilización Europea y buscaba dejar un legado sobre ellas.
Sin embargo en su país, especialmente al gobierno y familiares de generales y soldados del ejercito, no le causaban ninguna gracia el ejercicio de su arte, no podían concebir como un hombre tan culto podía hacer retratos de esos salvajes que habían combatido al hombre blanco sin piedad, veían al arte de Catlin como un agravio. El ostracismo y la indiferencia hicieron que Catlin huyera de Estados Unidos y comenzara una gira con todas sus obras que lo llevaría por Gran Bretaña y Francia, sus obras se exhibieron por muchos años en las galerías del Egiptian Hall de Londres y la Salle Du Séance de Paris. Precisamente en Paris, Catlin conocerá el éxito y la gloria como artista gracias al poeta Charles Baudelaire (1821 -1867) que en sus páginas sobre crítica de arte dirá que el arte súper naturalista del artista americano es el remedio para el eclecticismo y la duda que imperaban en la pintura de Salón, en lo que era por aquel entonces el centro del arte universal.
Hoy en día sus obras alrededor de 500 reposan como patrimonio de la cultura americana en el renombrado Instituto Smithsonian en Washington D.C. (el museo más grande del mundo) y más de 700 esbozos en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Catlin pinto, costumbres aborígenes, médicos brujos, ritos, danzas y juegos, los primeros intentos evangelizadores a los mismos, el rostro de los jefes guerreros como héroes, en su máximo esplendor, la domesticación de caballos que recién comienzan a conocer, introducidos por los españoles hacia 1700. Las hazañas de cacería, sus atuendos y prácticas comunes y el espíritu de la tierra (los aborígenes) y de un tiempo que se desvanecía irremediablemente.

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