jueves, 16 de julio de 2009

Sobre Leonora Carrigton, icono del arte contemporáneo y defensora a ultranza de los derechos de la mujer.

Nada seria igual en el mundo del arte sin ella. Digamos que representa mucho más que el último fragmento de cimiento todavía vivo del movimiento surrealista que nace con André Breton. Es una artista que ha defendido inclaudicablemente los derechos de la mujer en todo el mundo y es un verdadero icono del arte universal.
Leonora Carrington nace el seis de Abril de 1917 en Clayton Green, Lancashire: Inglaterra. Desde pequeña se sintió fascinada por los cuentos de hadas irlandeses y alemanes, algo que dejara una huella profunda en toda su vida. En 1932 sus padres de holgada posición económica la envían a un internado para señoritas en Paris. Pero Leonora solo quiere estudiar arte, algo que sus padres desaprobaban completamente. En 1937 en una cena conoce al artista Max Ernst (1891 – 1976) miembro del movimiento surrealista y entonces su vida cambiara para siempre; lo deja todo para acompañarlo, ahí no solo comienza a pintar con mas devoción sino que también nacen sus primeros escritos. Su novela Little Francis, que describe su relación simbólica entre Ernst, su esposa Berthe y ella. Hacia 1938 expone con los surrealistas en Paris y en Ámsterdam.
En 1940 Leonora viaja hacia España y sufre una terrible crisis nerviosa, pues no puede liberar a Ernst que había sido apresado en un campo de concentración nazi. Su familia decide sea internada en un psiquiátrico. En 1941 y ya superada esa difícil etapa se radica por un tiempo en Lisboa y se casa con Renato Leduc, amigo de Pablo Picasso. Pero el matrimonio no durara. En los años siguientes publica dibujos y cuentos contribuyendo a la obra de los surrealistas en Nueva York. En los años posteriores su principal mecenas Edward James se convertirá en el mayor coleccionista y difusor de su obra. En 1946 se radicara definitivamente en México y contraerá matrimonio con un fotógrafo húngaro Imre Weizs con el cual tendrá sus dos hijos. Desde entonces jamás ha abandonado el DF. hasta la actualidad salvo en 1985 que regresa a Nueva York por un breve paréntesis y después a Chicago para retornar a la capital azteca.
Carrington asegura que sus obras son una respuesta a la discriminación de género que tantas veces sufrió en carne propia, y al mismo tiempo dice estar consustanciada con lo profundo de la naturaleza. Ríos caudalosos que surgen de una vasija ínfima, seres que no se parecen a nada que cualquier mortal haya visto, mucho mas que extrañas figuras se avecinan a sus creaciones estableciendo una atmósfera plagada de misticismos y magia donde todo su caudal de conocimientos sobre el mundo esotérico y el estudio de la obra de uno de los pilares del psicoanálisis como Gustav Jung, le han dado un profundo halo de misterio a cada uno de sus trabajos que atrapan como si fuerzas invisibles te llevasen a querer develar los secretos de su tanto talento.
A Leonora por cierto le place distanciarse de los analistas y críticos de arte, no le interesa en lo mas mínimo dar explicación alguna acerca de su obra, como muchos artistas hoy por hoy lo hacen, ella no necesita fundamentar nada, le aterra pensar en la vocación invasiva de quienes se introducen en su arte buscando descifrarlo antes que disfrutarlo.
En su casa en el barrio Roma en el DF. Y tras ser declarada ciudadana ilustre por el gobierno Mexicano. Con sus más de 90 años a cuestas convive con todo el andamiaje de un pasado que hizo historia y que sin embargo no le abruma.
Disfruta de cada día y aunque las fuerzas no le acompañan por su avanzada edad siempre tiene una nueva idea para sus pinturas, sus esculturas, sus escritos y sus muñecas que por años viene trayendo a la vida, las mismas son como un espejo, como almas gemelas de sus mas profundas emociones y aunque jamás cree terminarlas, siempre esta en el intento de hacerlo.
Quien si quiera puede pensar, puede creer que esta mujer rebelde, transgresora, con su sola presencia nos lleva a ese lejano Paris donde los surrealistas terminaron creando nuevos caminos para comprender el arte que no fue sino otra manera de advertir las raíces de la sensibilidad humana y que de alguna manera abrió la puerta hacia otros conceptos capaces de extender las latitudes del conocimiento.
Carrigton aun a sus años, continúa preocupada por el destino del hombre, por los mares que son contaminados, por los derechos de la mujer que deben ser una realidad en todas partes del mundo, honesta, y fiel a su condición de pacifista que no ha dejado de creer que aun desde el arte se puede cambiar al mundo.

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